Escena en Sevilla

no de los acróbatas de la compañía dijo recientemente que su primer recuerdo en Baro d'evel fue encontrarse con nosotros haciendo un muro de papel con 80 carteles pegados entre sí. Esta anécdota dice mucho sobre el funcionamiento de la empresa. De hecho, nuestra investigación no está dividida y todos los artistas, sino también colaboradores y técnicos, se mueven e influyen en sus especificidades.
Ponernos en peligro artísticamente, buscar un arte total, es un desafío para nosotros, necesitamos encrucijadas, reuniones mientras buscamos la excelencia de cada disciplina. Es un trabajo arduo y cotidiano, mezclamos movimiento, acrobacias, voz, música, materia, y nuestra particularidad es incorporar en esta investigación la presencia de animales. En nuestros espacios de juego, pensados ​​como ataúdes, los animales en el escenario aportan una cierta satisfacción de la emoción, su presencia atraviesa al espectador y se produce otra percepción de la representación. 
Nos gusta correr el riesgo de una escritura precisa lista para improvisar cada momento, para pensar en una dramaturgia con cajones, como poemas interiores que hacen una más grande.
Es una paradoja tener escritos tanto gráficos como al mismo tiempo bastante libres, pero es una forma de estar siempre en busca de lo correcto del momento, para mostrar lo que escapa a lo que se cuenta a pesar de nosotros. 
Nos gusta pensar en la actuación como una ceremonia, un reencantamiento, invitar a todas estas disciplinas, tener en el escenario a estos animales, estos niños, estos artistas, para hacer espectáculos que lleven al espectador a un laberinto interior, en un sueño despierto.

Camille Decourtye y Blaï Mateu Trias